En una muestra compuesta tanto por hombres que tienen relaciones sexuales con hombres, como por mujeres transgénero, 12% de las personas entrevistadas resultaron positivas para VIH; y las que, no sabían que estaban infectadas tuvieron una elevada probabilidad de haber participado en algunos comportamientos de riesgo, según un estudio transversal conducido en Bogotá, Colombia.1 Seis de 10 personas entrevistadas que tuvieron resultados positivos se enteraron de su condición a través de la participación en el estudio; y estas personas tuvieron mayor probabilidad que aquellas personas que ya conocían su condición seropositiva de haber tenido relaciones sexuales transaccionales (49% vs. 17%) y de haber usado drogas recientemente (41% vs. 23%). En comparación con participantes seronegativos, las personas entrevistadas VIH-positivas tuvieron mayor probabilidad de haber experimentado una reubicación forzada o de haber sufrido violencia.
Aunque en Colombia, país que tiene la segunda prevalencia más alta de VIH en América Latina, las pruebas de VIH están disponibles sin reservas, el uso del servicio no es común; esto, probablemente debido al arraigado estigma y agresión hacia las personas homosexuales y VIH-positivas. A lo largo de un período de 10 meses en 2011, los investigadores encuestaron a residentes elegibles para analizar el nivel de infección por VIH en Bogotá entre hombres que tienen relaciones sexuales con hombres y entre mujeres transgénero, así como para examinar si sus características y conducta varían según el conocimiento de su condición de VIH.
El estudio usó muestreo dirigido por el entrevistado: cuatro hombres que tenían relaciones sexuales con hombres reclutaron a otros participantes, quienes a su vez hicieron lo mismo; varias olas adicionales de este tipo de referencia resultaron en una muestra final de 938 hombres que tenían relaciones sexuales con hombres y 58 mujeres transgénero. Los participantes fueron elegibles si tenían entre 18 y 49 años de edad, habían nacido con sexo masculino y habían tenido relaciones sexuales con un hombre en los seis meses previos. Todos los entrevistados recibieron un pago por su participación y por los reclutas que trajeron al estudio. Ellos completaron un cuestionario vía auto entrevistas por audio apoyadas por computadora que les planteó preguntas sobre sus características sociales y demográficas, su historial de pruebas de VIH, su condición de VIH (positiva, negativa, desconocida), historial de otras ITS, cobertura de seguro y conductas de riesgo, incluidos el uso de drogas y alcohol, el sexo anal sin protección y las relaciones sexuales transaccionales. Los entrevistados también indicaron si habían alguna vez sido forzados a cambiar de lugar de residencia y estimaron, en una escala de 0 (nunca) a 3 (muchas veces) con qué frecuencia habían sido víctimas de violencia. Se aplicó a los participantes una prueba oral de VIH y se les proporcionó consejería antes y después de la prueba. Quienes obtuvieron resultados positivos de la prueba se sometieron a pruebas confirmatorias y, si fue apropiado, recibieron una referencia para atención médica. Una mayor proporción de participantes VIH-positivos que sus contrapartes VIH-negativos invitaron a otras personas de la misma condición de VIH a unirse al estudio.
Dos terceras partes de los entrevistados tenían 24 años de edad o menos (64%); la mayoría tenía un bajo nivel socioeconómico (82%); y cerca de la mitad había asistido a la universidad (47%), tenía una pareja principal (49%) y alguna vez se habían hecho una prueba de VIH (54%). Dos tercios tenían seguro privado (30%) o subsidiado por el gobierno (33%), mientras que el resto no tenía cobertura, estaba cubierto solamente para atención de emergencia o no conocía la situación de su seguro (37%). Once % de los entrevistados en algún momento había sido forzado a reubicarse y 28% había intercambiado sexo por dinero, bienes o servicios. Un 12% resultó positivo para VIH. Sesenta por ciento de las personas con VIH —o 7% del total de entrevistados— no sabían antes del estudio que estaban infectados; del 40% que ya sabían que eran seropositivos, casi todos estaban tomando medicamentos antirretrovirales.
En análisis bivariados que comparan las características, conductas y experiencias de los entrevistados según su conciencia acerca de su condición de VIH, quienes no estaban conscientes que tenían VIH tuvieron mayor probabilidad que los entrevistados no infectados y que quienes sabían que eran VIH-positivos de haber tenido relaciones sexuales transaccionales (49% vs. 17–27%) y de haber usado drogas (41% vs. 23–26%), o de haber consumido alcohol de manera excesiva (28% vs. 9–15%) en los tres meses anteriores al estudio. Sin embargo, surgió un patrón ligeramente diferente para el sexo anal sin protección: la más alta prevalencia se observó entre los entrevistados que no estaban conscientes de ser VIH-positivos (66%) y entre quienes eran VIH-negativos (62%); y la más baja se observó en participantes que sabían que vivían con el VIH (38%), un hallazgo consistente señalan los autores, con la evidencia de que "el conocimiento de una condición VIH-positiva conduce a disminuciones en la conducta sexual de riesgo". En comparación con entrevistados VIH-negativos, las personas en los dos grupos seropositivos tuvieron mayor probabilidad de haber sido forzados a mudarse (18–26% vs. 10%) y tuvieron puntajes promedio mayores en la escala de experiencia en la violencia (0.31–0.33 vs. 0.22). Finalmente, dos tercios de los participantes que sabían que eran VIH-positivos habían tenido una ITS, en comparación con la mitad de quienes no estaban conscientes y de un tercio de los que eran seronegativos.
Los investigadores reconocen que la muestra incluyó muy pocas mujeres transgénero para analizarlas como un grupo separado y que los entrevistados jóvenes estuvieron representados en exceso (quizá porque estaban más motivados por los incentivos financieros del estudio y más involucrados con su comunidad que los hombres de mayor edad). A pesar de estas limitaciones, los hallazgos de prevalencia de VIH corroboran los de una encuesta previa aplicada a la misma población y proporcionan evidencia adicional de que las personas VIH-positivas que no están conscientes de su condición, podrían tener mayor probabilidad que sus pares de participar en ciertas conductas de riesgo.
Además, los investigadores señalan que los colombianos por lo general continúan luchando con la pobreza, el desplazamiento interno y la violencia, lo cual puede haber impedido que los entrevistados obtuvieran pruebas de VIH y atención médica. Ponen énfasis en que, además de los ataques dirigidos y el estigma, es necesario tomar en cuenta los aspectos sociales cuando se aborde "el problema generalizado de la infección sin diagnóstico entre los colombianos [hombres que tienen relaciones sexuales con hombres] y mujeres transgénero".—S. Ramashwar